pieles no

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Pieles NO

domingo, 22 de marzo de 2009

Historias para no dormir





Fotos: Camas y ectoplasma



A lo largo de mi vida me han pasado cosas muy extrañas, y algunas las voy a escribir aquí. Todas en este artículo es imposible, pero algunas sí. Ya sé que la gente que me lea pensará que estoy mintiendo o que estoy loca; lo primero no es cierto, todo lo que escribo es verdad, y lo segundo… bueno, un poco chiflada sí que estoy y quien me conoce bien, lo sabe…Cuando estuve en el Perú tuve ocasión de hablar con unos chamanes indios y me dijeron , después de contarles algunas cosas de éstas, que yo tenía madera de “chamana”,que tenía un hilo de contacto con el mas allá(no era la primera vez que me lo decían) y que si me quedase allí ellos podrían enseñarme muchas cosas…ya me hubiera gustado, pero si yo telefoneo a Paco desde unos cuantos miles de kilómetros de distancia para decirle que me quedo en un valle perdido de las Andes aprendiendo brujerías, después de reponerse de la impresión, coge un avión y me trae a rastras de vuelta a España. Pero bien que me hubiera gustado…
Cuando hablaba con los chamanes era en una terraza al aire libre, bajo unos emparrados, y estábamos comiendo. Nosotros hablábamos de estas cosas, y en un momento dado me dí cuenta de que las conversaciones de las mesas de alrededor habían cesado. Todo el mundo estaba escuchándonos.
Poco a poco iré contando las cosas me que han sucedido en mi vida, cosas raras e inexplicables, pero son tantas que me parece que me voy a aburrir o se me van a olvidar bastantes.
La primera experiencia en esta sentido que tuve fue muy desagradable y pasé mucho miedo, porque yo era una niña chica. Debía tener cuatro o cinco años. Yo por entonces estaba enferma y dormía en una cama grande con mi abuela. Tenía mucho reuma, consecuencia de una de estas enfermedades raras, y la pobre mujer me cantaba nanas y me hizo unos mitones para las rodillas y los pies , de lana. Me iba dando fricciones en esas extremidades que tanto me dolían hasta que me quedaba dormida, mientras me cantaba canciones antiguas catalanas. Y menos mal que dormía con ella, porque sola no hubiera podido resistirlo. Porque cuando ibamos a la cama y apagábamos la luz, con la ventana cerrada a cal y canto, por donde no podía entrar ninguna luz callejera, y la puerta del dormitorio también cerrada, yo veía sin embargo una lucecita en una esquina de la habitación, que me daba mucho miedo. Era una pequeña luz fija. No podía ser reflejo de nada. Yo era pequeña pero no idiota. Miré y remiré, de día, de donde podía salir aquel pequeño resplandor. Era en la pared de cal. Entonces las paredes no estaban ni empapeladas ni pintadas, sólo encaladas. Y en la cal tan blanca no se refleja nada. Cada noche yo me tapaba la cabeza y me acurrucaba contra la espalda de mi abuela, y así conseguía dormir, pasando mucho miedo. Se lo dije a mi madre y no me hizo caso, se limitó a decirme que no dijera tonterías. Pero esa lucecita estuvo años en esa esquina, hasta que le dio la gana de desaparecer. Cuando ya era algo más mayor, dejé la cama de mi abuela y dormía en una cama individual, que estaba en la misma habitación que ella y la cama grande del miedo.Pero yo de pasar tanto pánico estaba como vacunada, y menos mal, porque al poco de dormir en esa otra cama yo notaba que cuando estaba acostada, en la cabecera de madera, alguien rascaba por detrás:“rac, rac…”. Yo pensé “que rasquen…ya se cansarán. No me va a asustar ese quienquiera que sea…” y seguí durmiendo. Por la mañana miré detrás de la cabecera y no había nada, solo la madera a unos cuantos centímetros de la pared encalada. Esta vez me lo tomé bien, y ya no me importó nada. Lo único que hacía era no dejar colgando, como tengo costumbre, una mano fuera de la cama. Procuraba tener todas las extremidades dentro de los límites de la cama, porque yo pensaba, no sé por qué, que así estaba protegida. Luego lo olvidé y siempre duermo con Don Mendo, con una mano fuera. No he vuelto a tener estos miedos.
Otra cosa curiosa que me pasó fue que, cuando murió mi madre, vinieron de Sevilla mi tía Paca y mi prima Pilar, a darle el pésame a mi padre, quien, a lo bruto como solía les preguntó cuando las vió:
-¡¿Y qué demonios hacéis aquí???!!!
-Pues hemos venido a verte, hijo- contestó mi tía, su hermana.
-¡Ya podéis largaros!¡No quiero ni veros!
Y es que a mi padre los pésames le sacaban de quicio. Entonces Paco yo yo las llevamos de excursión, y yo les enseñé la ciudad antigua, y los tres o cuatro días que tenían previsto pasar en Palma se divirtieron bastante, y a mí también me sirvió de distracción. Yo me encargué de enseñarles la parte antigua, los alrededores de la Catedral y el centro comercial. Recuerdo que yo llevaba, como siempre, en el bolso una máquina fotográfica pequeñita pero buena., y a lo largo de la visita turística guiada que les hice saqué bastantes fotos. Pero al irlas a revelar, ¡sorpresa!. Todas las fotos que les había hecho, y de las que pensaba mandarles una copia, habian salido con una mancha de luz alargada y vertical. Lo primero que pensé es que la máquina, por primera vez , había fallado, y que como aún se usaban carretes, había entrado luz, de que forma no lo sé. Luego probé a hacer otro carrete, de pocas fotos, y salieron estupendamente. Llevé esas fotos defectuosas a la casa de fotografía donde iba siempre y el dueño se quedó muy asombrado. Me pidió la máquina para hacer pruebas, y me la devolvió diciendo que no entraba luz. El hombre estaba un poco histérico, no sé por qué se lo tomó así, pero creo que era de la impotencia de no poder encontrar una respuesta lógica. Luego pensé que (ahora tocan risas) tal vez era el espíritu de mi madre que había quedado impresionado en la cinta, porque quería ser de la partida y escuchar lo que decíamos de ella. O sea, que me salió un carrete de vistas de Palma con ectoplasma incluído. No las puse en el album porque me las habían estropeado. No se las pude mandar a mi prima, y las guardé en un cajón, no recuerdo cuál, pero están en el limbo de las cosas perdidas, y algún día saldrán. Estos episodios no son más que una mínima parte de lo extraño que me ha pasado. Otro días, si tengo ganas, escribiré más. Y podréis reíros de mí a base de bien. A más ver. Ciao.

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