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Pieles NO

martes, 15 de febrero de 2011













Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
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PRESENCIA DE MARIA EN EL ISLAM

Jesús, que ocupa un lugar particularmente eminente en el Islam y de quien los musulmanes no pronuncian el nombre más que con veneración, es llamado siempre en el Corán "Jesús hijo de María" ('Isa ibn Maryam). Esto quiere decir que su nacimiento virginal está testificado por la Revelación y representa un artículo de fe que ningún creyente pondría en duda. En cuanto a María (Maryam), su madre, ella es la mujer más venerada de los musulmanes ya que es la única cuyo nombre es mencionado en el Corán, siendo los demás nombres mencionados en este libro solo de personajes masculinos. Los pasajes del Libro sagrado, que datan tanto del comienzo de la Revelación así como de sus fases más tardías, subrayan la eminencia y la perfección de María, lo mismo que informan de las circunstancias que han rodeado el nacimiento milagroso de su hijo.

Si Cristianismo e Islam están fundamentalmente de acuerdo sobre el carácter sobrenatural del acontecimiento, existen sin embargo varias divergencias relativas a su alcance espiritual y a su significado fundamental, desde el momento en que, en la perspectiva musulmana, no podría tratarse de encarnación. Las circunstancias exteriores que rodean al acontecimiento divergen igualmente de una tradición a otra. Así en el Islam la Natividad, de la cual no se precisa el lugar, es ajena al lugar de Belén y al entorno del pesebre tan querido a la piedad cristiana. Igualmente la tradición musulmana, estimando que María no ha sido ni prometida ni casada antes de la Anunciación, ignora el personaje de José, lo mismo que pasa por alto el episodio de la huida a Egipto.

Los autores musulmanes, que frecuentemente se han interesado en la genealogía de la Virgen, le reconocen en general una ascendencia noble y la miran como perteneciendo al linaje de Aaron (Haroun), hermano de Moisés (Moussa). Con relación a sus padres y a su venida al mundo, cuentan un episodio cuyo recuerdo se ha hecho popular: su padre 'Imrân (Joaquín para los cristianos) y su madre Hanna (Santa Ana), que llevaban una existencia modesta y tranquila en Nazaret, no habían tenido descendencia hasta una edad avanzada. Un día su atención se vio atraída por un pájaro que, en un árbol, daba alimento a sus crías. Emocionada y bajo el efecto de un arrebato de amor maternal, Hanna sintió el deseo de tener un hijo y de dedicarlo al servicio de Dios. Su deseo fue concedido y se quedo encinta. Es entonces donde se sitúa el episodio relatado por el Corán (III, 35): "La mujer de 'Imran dijo: «¡Mi Señor! Yo te consagro lo que está en mi seno; acéptalo de parte mía. Tu eres en verdad Aquel que escucha y que sabe". Poco después trajo al mundo una niña y, siempre según la narración coránica, ella dijo: "Yo la llamo María, yo la pongo bajo tu protección a ella y a su descendencia, frente Satán el reprobado. Su Señor acogió a la niña haciéndole un bello recibimiento: la hizo crecer con un bello crecimiento y la confió a Zacarías". Porque 'Imrân había muerto antes del nacimiento de la niña y Zacarías, su tío y padre del profeta Yahya (Juan Bautista), asumió su cuidado. Es entonces donde se sitúa un celebre episodio narrado por la misma sura (III, 37-38):

«María tenía la costumbre de retirarse en un mihrab, un nicho de oración, y cada vez que Zacarías entraba allí, comprobaba que ella disponía de un alimento llegado misteriosamente. El le preguntaba entonces: "¿Oh María, de donde viene todo esto?" Ella respondía: "Esto viene de Dios: Dios da su subsistencia a quién El quiere". Este versículo coránico figura frecuentemente entre los motivos caligráficos que adornan los mihrabs de las mezquitas, particularmente en Turquía.

La importancia de María en el Islam está subrayada primero por el hecho de que la sura del Corán (XIX) que relata la Anunciación y la Natividad se designan por ese nombre. He aquí el pasaje principal:

"Mencionada María en el Libro. Ella dejó su familia y se retiró en un lugar hacia Oriente. Colocó un velo entre ella y los suyos. Nosotros le hemos enviado nuestro Espíritu; él se presentó ante ella bajo la forma de un hombre perfecto. Ella dijo: «¡En el Clemente me refugio contra ti, si eres piadoso!. El dijo: «Yo soy el enviado de tu Señor para darte un hijo puro». Ella dijo: «¿Cómo tendré yo un hijo? Ningún hombre me ha tocado nunca y yo no soy disoluta». El dijo: «Es así: Tu Señor ha dicho: Eso es fácil para Mí. Haremos de él un Signo para todos los hombres, una misericordia venida de Nosotros. El decreto es irrevocable»"
"Ella quedó encinta del niño y después se retiró con él en un lugar alejado. Los dolores la sorprendieron cerca de un tronco de palmera. Ella dijo: «¡Desdichada de mi! ¡Ojalá hubiera muerto antes de esto y estuviese completamente olvidada!». Gabriel que se encontraba a sus pies le dijo: «¡No te entristezcas! Tu Señor ha hecho surgir un arroyo a tus pies. Sacude hacia ti el tronco de la palmera: caerán dátiles frescos y maduros. Come, bebe y tranquilízate. Cuando veas a algún mortal, dile: «Yo he hecho voto al Clemente de ayunar. Hoy no hablaré a ningún humano»
Ella volvió con los suyos llevando el niño. Ellos dijeron: «¡Oh María! ¡Has hecho algo inadecuado! ¡Oh hermana de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre malo y tu madre no era una prostituta!. María señaló al niño para que le interrogasen y ellos dijeron entonces: «¿Cómo hablaremos a un niño de cuna?». Pero éste respondió: «Yo soy en verdad el servidor de Dios. El me ha dado el Libro; El ha hecho de mí un Profeta; El me ha bendecido donde quiera que yo esté. El me ha prescrito la plegaria y la limosna mientras viva y la bondad hacia mi madre. El no me ha hecho ni violento ni malvado. ¡Que la Paz sea sobre mí el día en el que nací, el día en el que moriré, el día en que resucitaré!»
Este pasaje coránico, muy frecuentemente recitado, es uno de los elementos más importantes que mantienen viva en el Islam la presencia de María y de Jesús. Al milagro del recién nacido capaz de hablar en su cuna, se puede añadir otro mantenido en la memoria popular gracias a un hadîth profético atestando la impecabilidad de Jesús y de su madre. Refiriéndose a la tradición según la cual todos los niños, en su nacimiento, dan gritos porque están siendo "pinchados" por Satán, este hadîth afirma que solamente Maryam y su hijo 'Isa escaparon a la acción del demonio y permanecieron sin pecado.
Otras tradiciones transmitidas en el cuadro del Islam dan detalles sobre la Anunciación. El acontecimiento está situado en una caverna cercana a una piscina que, según algunos, sería la de Siloé en Jerusalén. María, entonces con 13 años, tenía la costumbre de dirigirse a ella con un botijo para coger agua. El joven "perfecto" que se le aparece entonces es generalmente identificado con el arcángel Gabriel que, viéndola temerosa, la tranquilizó, aceptando entonces ella someterse a la voluntad divina. Entonces el ángel sopló en un pliego de su túnica, lo que la hizo concebir.
Basándose en otros pasajes del Corán, comentaristas cristianos han podido pensar que María se encontraba impropiamente asimilada a una de las personas de la Trinidad tal como la entiende el Cristianismo pero que es rechazada por el Islam.
He aquí uno de los principales pasajes señalados: "Dios dice: ¡Oh Jesús hijo de María! Eres tú quien dices a los hombres: «¿Nos tomáis, a mí y a mí madre, como dos divinidades por encima de Dios?» Jesús dice: «¡Gloria a ti! No me corresponde declarar lo que no tengo derecho a decir. Tu lo habrías sabido si yo lo hubiera dicho... » (V, 116) Los teólogos musulmanes reaccionan habitualmente subrayando que estos pasajes coránicos tratan de las realidades de la piedad cristiana y no de los dogmas oficiales de las Iglesias que, sobre este tema, están lejos de ser unánimes. Ahora bien parece evidente que muchos fieles de estas Iglesias miran como persona divina no solamente a Jesús sino igualmente a su madre.
Además de las numerosas menciones de María en el Corán, el Profeta Mahoma le ha dedicado numerosos elogios consignados en los hadîths. Así, según uno de ellos, "numerosos hombres han llegado a la perfección, pero entre las mujeres, solo la han alcanzado María hija de 'Imran, Fátima, Khadija y Asiya, esposa de Faraón. Esta última, que había aceptado la religión de Moisés, es mencionada en el Corán, pero sin figurar su nombre.
Un episodio de los comienzos del Islam merece todavía ser señalado: Cuando el Profeta, a la cabeza de las tropas musulmanas, se adueñó de La Meca, se dirigió a la Kaaba en la que limpió el interior de ídolos e imágenes, entre ellas la de Abraham, que estaba allí. Sin embargo hizo la excepción de un icono de la Virgen con el niño: el Profeta la recubrió con sus manos y ordenó que se hicieran desaparecer todas las demás pinturas y figuras. ¿Qué ocurrió después con este icono privilegiado? Algunos creen saber que fue discretamente puesto en lugar seguro, pero las tradiciones son muy vagas a este respecto. Lo esencial es sin duda que permanece el recuerdo de este gesto del fundador del Islam.
Hay que señalar una divergencia entre los comentadores musulmanes con respecto al estatus de María: unos, como Ibn Hazm (siglo XI), Ibn Arabî y Al-Qurtubi (siglo XIII), le reconocen la nabiyah, lo que la sitúa en el rango de los profetas, mientras que la mayoría de los teólogos, aún teniendo consciencia de sus méritos excepcionales, estiman que no sobrepasaría el nivel de la santidad (waliyah). Sea como sea, todos están de acuerdo en llamarla Sayyidatuna Maryam, cuya traducción exacta es "Nuestra Dama María".
Es interesante constatar que los autores sufíes que le reconocen la cualidad profética son generalmente los mismos que le atribuyen las más altas funciones esotéricas en el cuadro de la espiritualidad islámica. Tal es el caso de los maestros que acabamos de citar y de algunos otros como Rûmi cuando compara el alma humana pacificada con la Virgen María que da nacimiento al corazón personificado por Jesús.
Los pasajes coránicos relativos a la Virgen han suscitado numerosos comentarios a menudo esotéricos por parte de autores sufíes. Es el caso de Abd er-Razzak Kâshânî que intercala en el texto de la sura III (42-45) comentarios característicos de esta manera de ver (reproducidos aquí entre paréntesis): "Y cuando los ángeles (las facultades espirituales) dijeron a María (el alma inocente y pura) «Dios te ha elegido» (porque tu te has liberado de los deseos) y El te ha purificado (de los viles rasgos de carácter y de los atributos despreciables), El te ha escogido con preferencia a las demás mujeres (las mujeres son las almas sujetas al deseo y asociadas a actos reprensibles y hábitos despreciables). Oh María, sé piadosa con tu Señor (por tus deberes que son actos de obediencia y de adoración); y postérnate (en la estación del desapego, de la humillación, de la pobreza, de la incapacidad y de la búsqueda del perdón) e inclínate (en la estación de la humildad y del temor) con aquellos que se inclinan (los humildes)."
Para captar los significados esotéricos del papel de María en la espiritualidad musulmana, no se podría hacer nada mejor que dejarse guiar por la remarcable y sabia obra de Charles-André Gillis (Marie en Islam, Editions traditionnelles, 1990, ISBN 2-7138-0049-8) que expone las enseñanzas más importantes. Si cristianos y musulmanes están de acuerdo en reconocer en la Santa Virgen el modelo perfecto de la obediencia a la voluntad divina, los comentadores coránicos explican el sentido del nombre Maryam por el término 'abida que implica una sumisión total a Dios, lo que corresponde al sentido más exacto de la palabra islâm. Sin embargo María es algo más que ese modelo perfecto: "Según la realidad verdadera de su ser, María manifiesta un aspecto fundamental del Verbo eterno" escribe Charles-André Gillis, añadiendo que ella ocupa en el Islam una función que comporta "una dimensión propiamente iniciática cuya presencia misteriosa y raramente visible se manifiesta de manera constante".
Recurriendo a la "ciencia de las letras" ('ilm al-Hurûf), rama esotérica del saber tradicional bastante extraña a la mentalidad occidental moderna, el autor revela que Maryam, nombre árabe de María, comporta aspectos sobre los cuales los maestros antiguos habían señalado indicios sobre el papel universal de la Virgen. Es así que el valor numérico de las letras que la componen, 209, es el mismo que el de "cinco términos que se relacionan respectivamente con los ámbitos metafísico, ontológico, cosmológico, escatológico así como con ciertos aspectos del "polo" substancial de la Existencia. Hay ahí, para el pensamiento esotérico del Islam, una confirmación de la posición única de María.
Nuestro autor muestra a propósito de esto que el primero –que nos limitaremos a citar aquí– de estos cinco términos es marma, del verbo rama (lanzar), que puede aproximarse al nombre Maryam. Pues bien, este verbo figura en la enseñanza profética (hadîth) siguiente: "Tras de Allah, ningún blanco que se pueda alcanzar". Y con la ayuda de citas –que sería muy largo reproducir aquí– de Ibn Arabî, del emir Abd al-Qadîr y de René Guénon, es posible deducir enseñanzas relativas a la función suprema de María: "En tanto que ella representa el origen de toda concepción y el limite de toda comprensión, la Virgen aparece como el velo supremo que Alá hace descender entre El y Sus servidores. Este velo es el de la Misericordia de la cual El los cubre y por la cual El les da, según sus necesidades y sus estado diversos, Su protección y Su perdón. Este velo no está a su vez velado a si mismo en vista de que, exteriormente, oculta a los otros: Maryam, en su perfección, no está separada de la Esencia divina..."
Citemos todavía otro comentario de apariencia paradójica, debido a Ibn Arabî, a propósito de la concepción milagrosa de Jesús nacido de una virgen. Como lo escribe el cheikh al-Akbar, "Dios llamo a Jesús a la existencia por la intermediación de María. Por ello, María fue situada en la posición de Adán y Jesús en la de Eva. Ya que, por lo mismo que un ser femenino vino a la vida a partir de uno masculino, un ser masculino nació a partir de una mujer. De esa manera Dios termina por donde había comenzado, trayendo al mundo un hijo sin padre, lo mismo que Eva vino a la existencia sin madre. Así Jesús y Eva son hermano y hermana de los que Adán y María son los padres".
En la perspectiva de estas correspondencias, María ha podido ser llamada por los esoteristas musulmanes "hija de su hijo", y tal es el título que Charles-André Gillis da a uno de sus capítulos. Sin embargo semejantes correspondencias, todo lo sorprendentes que puedan parecer a nuestra mentalidad, no son hechas solamente por autores musulmanes y, como lo señala en el mismo capítulo, se encuentran ejemplos igualmente bajo la pluma de cristianos. El ejemplo más conocido es sin duda la invocación por la cual se abre el último canto del Paraíso de Dante: "O Virgen madre e hija de tu hijo..." Habría muchas más, sobre todo ese verso de Chrétien de Troyes: "Este glorioso padre que de su hija hizo su madre...".
Todo esto no impide la existencia de un serio desacuerdo entre Cristianismo e Islam a propósito de la filiación de Jesús. Así lo subraya la misma obra, "la doctrina islámica rechaza la idea de que el Muy-Alto pueda ser el padre, real o adoptivo, del Cristo manifestado, ya que eso implicaría que El entra, de una cierta manera, en una relación de "pareja". Es por eso que el Espíritu Santo, que cumple en modo no-carnal en el "mundo de las similitudes" esta función "paternal" frente a la Virgen, tiene un estatus angélico y no divino puesto que está identificado con el Ángel Gabriel. En compensación, en el Cristianismo, este último tiene un simple papel de "anunciador", y el Espíritu Santo es considerado como una persona divina".
En el mismo orden de ideas, el teólogo musulmán cheik Si Hamza Boubakeur hace una interesante observación a propósito de un versículo coránico de la sura "Los Profetas" (XXI,91): "Y aquella que había permanecido virgen, Nosotros le hemos insuflado de nuestro Espíritu, Nosotros hemos hecho de ella y de su hijo un signo para los mundos". El texto coránico, señala el cheik, no dice "nuestro espíritu", sino "de nuestro espíritu". La preposición "min" (de) "incluye una parcela, un fragmento, una fracción y no el todo en su unidad". Además el verbo nafakha empleado en el Corán, traducido por insuflar, significa etimológicamente "soplar con la boca". En el Corán es empleado a menudo con otras acepciones, pero en ninguna parte se le encuentra con el sentido de "encarnarse". Se trata entonces de un acto particular en el orden de la creación divina".
Siempre alejándose resueltamente de las interpretaciones en desacuerdo con la estricta doctrina monoteista, la tradición musulmana, particularmente en sus elementos esotéricos, reconoce en María otros privilegios y funciones de los que la obra de Charles-André Gillis subraya su importancia inmensa. Basándose en diversos pasajes coránicos, él atribuye a María una cualidad de "confirmadora" relacionándose con "el conjunto de manifestaciones del Verbo y de los Libros revelados". La Virgen se identifica de esa manera al Espíritu universal y a la Tradición primordial. Ella es así investida de una misión de reconciliación del mundo en acuerdo con este pasaje coránico: "Y aquella que ha permanecido virgen... Nosotros hemos hecho de ella y de su hijo un Signo para los mundos".
Otro punto a señalar: Charles-André Gillis estima posible el hablar de un cierto sacerdocio femenino eminentemente representado por la Virgen: "en tanto que Madona ella reúne en efecto Sabiduría divina e Inteligencia transcendente. Este sacerdocio juega un papel preponderante en las tradiciones caballerescas en las que domina un elemento afectivo y guerrero". Ahora bien, es el amor y no el conocimiento el que domina en estas tradiciones, las cuales no han desaparecido del mundo musulmán y donde permanece una presencia de "Sayyidatuna Maryam".
Una noción resume todas las enseñanzas y todas las tradiciones que posee el Islam a propósito de María, y es la de "Mujer Perfecta que corresponde en todos los grados al principio "pasivo" y substancial de la Existencia". El valor "eminentemente simbólico" del nombre Maryam nos da la confirmación de ello, lo mismo que los términos que, según la "ciencia de las letras" son sus equivalentes numéricos. Así se encuentra ilustrada la afinidad que representa el Islam con la función marial y "el espíritu de servidumbre que es su marca".
Siempre expresando nuestra alta estima por la obra de Charles-André Gillis, que se nos permita expresar nuestra sorpresa a propósito de este término de "servidumbre" que interviene con insistencia para caracterizar el espíritu del Islam y la función que en él ejerce María. La palabra "servidumbre", que él no es el único autor en utilizarla en el mismo contexto, expresa en efecto una idea de obligación, de dominación impuesta las personas que la sufren de manera pasiva e independiente de su voluntad. Tal no es ciertamente la actitud requerida a los creyentes del Islam que, adheriéndose a él, hacen por su propia voluntad acto de sumisión y de aceptación del orden divino, a ejemplo de la Santa Virgen frente al ángel de la Anunciación. Esta sumisión, que es identificación con la voluntad divina, corresponde exactamente a la actitud de María que, más y mejor que una "sierva", es la pura adoradora totalmente consagrada a Dios.

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