pieles no

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Pieles NO

sábado, 23 de abril de 2011

Despistes y legionarios


Yo provengo de familia de despistados. Tal vez sea que tenemos tanta vida interior, que las banalidades cotidianas nos resbalan, a menos que nos resbalen encima y quedemos hechos un asco. Yo, de toda la vida, cuando alguien me suelta un rollo, lo escucho, porque fui una niña bien educada de derechas.Pero si el rollo no me interesaba, ponía el piloto automático y expresión así como de interés sonriente,e iba diciendo que sí con la cabeza, y si mi interlocutor subia el tono irritado entonces yo sospechaba que habia sido objeto de alguna vejacion o estaba enfadado con algo y decia algo asi como ": "Qué cosas""Oooohhh","qué barbaridad" y todo iba muy bien. Por la calle yo voy pensando en mis cosas. El pilotito impide que me chafen los buses o me arrollen las bicis. Pero yo voy a mi bola. Desde siempre. Se ha dado el caso de cruzarme con mi padre y no saludarlo. Para mi la otra gente viandante son bultos, y tienen que hacer algo muy singular para que yo los mire. Esto me ha dado siempre fama de estupida y "creida". No sé, por ejemplo, si hay una pelea tumultuaria con navajas, miro, procuro enterarme de que va la cosa y observo.Las truculencias me chiflan. Nunca perdonaré a mi madre que cuando me estaba casando por Inglaterra, me tirase toda mi colección de periodicos de "El Caso". Yo estaba enteradisima de las andanzas del Arropiero, de El Lute, que, como siempre he tenido un ramalazoácrata , me caia muy bien, etc.Y similares. Pero no por esto soy insolidaria. Si puedo ayudar, ayudo. Recuerdo una vezen mis twenties, que regresaba del Luliano (he ido a estudiar tanto al Luliano que creo que los pasos que he dado yendo y viniendo se acercarian al perímetro del Ecuador). Pero a mi me gusta andar, si no estoy cansada (ultimamente estoy chafada y como ausente, pero no callada, y lo achaco a que estoy en los umbrales de la tercera edad. Bueno, vuelvo a mi acto solidario porque sino se me va la olla. Yo volvia una noche gélida de invierno por la Rambla de regreso a casa de mis progenitores, el viento aullaba y revolvia las hojas, y en el derruido Cuartel del Carmen ví un hombre agachado , sentado contra el quicio, y que daba gruñidos. Hacia un viento helador, y la noche seria de aúpa. Yo pense: "Este payo está borracho y se va a quedar aquí toda la noche y mañana amanece pajarito".Entonces, siguiendo mis buenas inclinaciones naturales, me acerqué, y entablé conversación con él. Era gordo, de edad imprecisa.y cara roja. Le pregunté que cómo se encontraba, pero parecia estar más interesado en blasfemar contra Franco que hablarme de sus achaques, y me quedé, pues prometia ser más interesante. Si hubiese estado enfermo tambien me hubiese quedado, por supuesto. , no queria decir eso. A mi me da mucha pena la gente y los animales que mueren de frio en invierno. Me dijo entrecortadamente con aguardentosa voz que había sido legionario,el montón de putadas que le habían hecho, y que la culpa de todos sus males era Franco.Como en este ultimo punto estábamos completamente de acuerdo, ya me cayó simpatiquísimo. Mientras, se habia formado un corrillo de tres o cuatro personas,algunos estudiantes rezagados como yo,un señor mayor, .. a quienes yo trataba de concienciar de que si dejabamos a aquel hombre alli lo matábamos, y hubo murmullos de asentimiento. Para abreviar, consegui que un chico y dos señores se lo llevaran a pasar la noche a la Pension del Carmen, calle encantadora que en mi niñez estaba llena de putas, pero no como las de ahora, sino de la tierra.Recuerdo a "La Escacharratios" de Murcia, y a "La Tigresa", de Jaén. Tambien habia que eran gitanas, guapas y que parecia que las habían aceitado.Entre todos pagamos la pensioŽn del desgraciado y nos fuimos con la conciencia tranquila.
Ahora no sé por qué he explicado esto, pues yo habia empezado a hablar de despistes. Bueno, para despistes, mi madre. Una vez se fue a dar un pésame, y como deberia estar pensando en alguna frivolité, le espetó a la viuda. ¡Enhorabuena!. Cuando reacciono ya no habia remedio. No se volvieron a dirigir la palabra. Mi madre también, dentro de su lado frivolon, era muy de la clericalla, e iba a misa y comulgar todos los domingos. A mi me hacia ir con mi abuela. Bueno, pues en la Sala Augusta, un día que ibamos al cine, se inclina hasta la taquillera y le dice:
-Ave Maria Purísima- como si quisiese confesarse.
-Sin pecado concebida. ¿Cuántas quiere?-le contestó, inmutable, la taquillera. Eso es profesionalidad.

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