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Pieles NO

jueves, 14 de abril de 2011

Por qué los dólares son de color verde





Los dólares son sin duda los billetes más famosos del mundo, y todos los hemos visto muchas veces (algunos más que otros), pero ¿alguna vez se han puesto a pensar por qué son todos de color verde?… En la mayoría de los países los billetes tienen un color u otro según su valor, sin embargo… No existe una respuesta oficial por parte de las autoridades acerca de por qué el primer dólar fue de color verde, lo que sí se puede es rastrear el proceso que culminó con que adoptara este color.
Al promediar el siglo XIX, cuando despuntaba la fotografía, los billetes se imprimían en blanco y negro pero con algunos toque de color verde, ya que las “cámaras fotográficas” de los incipientes falsificadores sólo reproducían en blanco y negro y eso les dificultaba “el trabajo”.
Pero el ingenio no tiene límites y los falsificadores rápidamente descubrieron que podían eliminar de los billetes estas partes verdes y hacer muchos billetes fotografiándolos para luego, agregarles la tinta verde. Evidentemente el paso siguiente de Tío Sam era conseguir una tinta verde que no se pudiera borrar de los billetes. Y quien patentó esa tinta verde fue un señor llamado Tracy R. Edson.
Luego, pasaron los años y no existieron motivos de peso para cambiar el color de los billetes que ya era tradicional. Lo que sí se sabe es que en 1929 cuando se cambiaron los billetes por otros iguales pero de menor tamaño, se mantuvo el color verde ya que la sustancia utilizada para teñir el papel era barata, abundante y de buena calidad.
Por otra parte, el billete de un dólar americano posee algunas características archiconocidas por los cabalistas, amigos de la sociedades secretas y supersticiosos en general. Para empezar, por orden de F.D. Roosevelt, en el billete aparece una pirámide truncada y arriba el ojo que todo lo ve, conocido símbolo de Los Illuminati.
Pero la curiosidad más mencionada en torno a este billete es la que tiene que ver con el número trece que se repite de forma bastante insistente: Trece son los escalones de la pirámide, trece son las estrellas que hay sobre la cabeza del águila, trece son las ramas de olivo que tiene el águila en una de sus garras y trece las flechas que tiene en la otra.
Al respecto, seguro que más de uno pensará que, en relación a este tipo de “significativas repeticiones de números”, si a este número trece lo multiplicamos por los centímetros que mide de largo del billete, luego lo elevamos a una potencia igual al número de habitantes del estado de Washington, le sumamos la cuarta parte de la distancia a la Luna, y a eso lo multiplicamos por el peso en kilogramos de la silla en la que estoy sentado, es absolutamente seguro que el resultado será totalmente coincidente con… ALGO.

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