pieles no

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Pieles NO

martes, 10 de mayo de 2011

La vida no es un largo río tranquilo


Y a quien se le ocurrió que sí, que lo era... era tonto.
Nunca le agradeceré lo suficiente a mi padre que me enseñara que la vida es dura. A veces, cuando yo era una niña chica, le preguntaba:
-Papá, ¿es que no se puede nunca estar tranquilo en esta vida?
Y su contestación invariable y rotunda:
-Nunca.
Yo ahora soy muy feliz, y lo he sido antes también, pero con intermitencias. No se puede decir que mi infancia ni mi juventud lo fueran, y siempre me ha chocado cuando la gente dice que la niñez es la mejor edad, sin responsabilidades y mimada y haciendo solo cosas divertidas. Pues la mía no fue así. Estuvo marcada por las enfermedades, los terrores nocturnos, y, cuando fuí al colegio de Las Teresianas de Palma, -que ahora se llama Pedro Poveda, del nombre del cura que tuvo la feliz idea de fundar aquel antro-, las niñas me puteaban constantemente porque yo venía de Zaragoza, había aprendido a hablar allí y se burlaban porque mi vocabulario era muy rico y empleaba palabras que ellas nunca habían oído. Además, me insultaban en mallorquín, lengua que entonces no entendía. Las profesoras, en vez de defenderme, hacian causa común con ellas. Además, había tenido una enfermedad que ahora en Internet está clasificada entre las "raras", la Corea de Leishmann o Mal de San Vito, que en mí cursó con fuertes dolores reumáticos y muchos tics.
Mi pobre abuela pasó muchas malas noches dándome calor en las rodillas y los pies, que me dolían mucho, y cantándome nanas catalanas, hasta que al fin caía rendida por el sueño. Esto duró muchos años.
Cuando estuve mejor el médico dijo que tenía que ir al colegio, y a mi me parece, ahora, que no fué una buena idea, porque las niñas me martirizaban. Se burlaban de los tics que aún me quedaban, y las teresianas, en vez de ayudarme, se reían también. Las odiaba con todas mis fuerzas. Hubiera querido verlas muertas a todas.
Cuando por fin salí del colegio, para mí fué como salir de una cárcel de las malas.Fué el día más feliz de mi vida. ¡La libertad!. No tener que aguantar más vejaciones, ni misas, ni confesiones ni adoraciones al Santísimo ni rosarios interminables, ni ejercicios espirituales castrantes, ni comuniones que no deseaba hacer.
Decidí olvidarme de las malditas niñas y de las no menos malditas teresianas, y después de tener un año sabático, empecé a trabajar en el Servicio de Armamento del Ejército del Aire. O sea, que es como si hubiera hecho la mili varias veces, pues estuve cinco años allí.Aprendí muchas cosas. Pero esto es capítulo aparte.
Como yo no esperaba nada de la vida, pues la experiencia me había enseñado que era dura y amarga, todo lo bueno era por añadidura y una agradable sorpresa.
Yo siempre he sido muy aventurera, y me ha gustado mucho estar en medio del follon, y si no lo hay, me lo busco. En esto sí que me parezco a mi padre, que parecía muy serio pero no.
A mí me han pasado muchas cosas, algunas peligrosas, otras menos, pero siempre he estado en medio del pitote como pez en el agua. Y me ha pasado casi de todo, de lo peor y de lo mejor. Pero yo estoy contenta de haber sido así, porque mi vida ha sido entretenida, aunque a veces muy dura, pero prefiero ésto que pasar por este mundo "sin ser notada", como decía una compañera de colegio, que era su deseo. Pues a mí no me va esto, no. Y si me he puesto mala después, pues yo ya sabía lo que me iba a ocurrir, y sin embargo lo hacía. Había en lo más profundo de mí algo que me impelía a hacer trastadas de todo tipo.
Pero por fuera parecía muy formalita, y los mayores pensaban que era una chica muy buena.
Ahora, con los años, me he vuelto más tranquila, pero si se presenta la ocasión me meto de nuevo sin pensarlo en el follón.Casi todos de tipo sociopolítico,aunque no siempre.
Con mis padres, después de dejar el colegio, y hasta que me casé, estuve muy atada de pies y manos, pues mi madre era muy controladora y mi padre dejó en sus manos mi educación (menos la parte castrense y boy-scout)y aquellos años se me hicieron muy largos, pues no tenía ninguna libertad y era como un potro joven y alocado con las cuatro patas trabadas.
Como dice la canción: "El potro da tiempo al tiempo porque le sobra la edad- caballo viejo no puede dejar la flor que le dan- porque después de esta vida no hay otra oportunidad". Yo no es que fuese un caballo viejo, pero me resarcí con creces de tantos años de cautiverio materno.
Mi padre me hizo una educación estilo Tres Lanceros Bengalies o a lo Kipling, que me fué de mucha utilidad. Aparte del honor y del humor y del amor,me enseñó cosas prácticas (ya lo he dicho muchas veces), como orientarme por el sol y las estrellas, conocer las diferentes clases de nubes, por donde venía el viento, los nombres de los árboles, y, a diferencia de los jóvenes de ahora, sabía perfectamente distinguir entre una mata de habas y una tomatera, o entre un algarrobo y una encina. Y muchas cosas así, que tambien son cultura, y que la mayoría de la gente ignora, a menos que hayan sido campesinos. Mi padre no fué un campesino, pero había hecho una guerra, y esas cosas son necesarias en estos follones.
También me enseñó a tratar con los animales, por quienes siempre sintió gran ternura y piedad.

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